Armando abría los ojos lentamente, aún con el cuerpo adormecido intentando mover sus dedos. Empezaba a recobrar su color de piel morena. Tumbado en una cama amplia de sabanas limpias, en una recamara grande y acogedora. A un costado una ventana de cortinas verde claro semitransparentes por las que podía percibirse claramente una mañana soleada y un jardín silencioso rodeado de pajarillos.
Sonia le miraba atenta, seguía vivo y ella más convencida de quedárselo como una posesión suya. Aunque sabía que estaba cometiendo otro error.
–Paulina –decía Armando entre sueños. –Sonia, me llamo Sonia –y le tocaba los labios un poco secos. Por fin Armando abrió los ojos completamente y al ver el rostro de Sonia las imágenes vinieron a su mente, sin orden, y poco a poco comenzó a darles forma y sentido.
-¿Qué quieres de mi? – dijo mirándole fijamente, seguía siendo atractiva.
–ssssh, no digas nada, tienes que comer, enseguida te explico todo-
Armando intento sentarse, confuso aún no sabía si golpearla o quedarse quieto, a pesar de aquellas imágenes que recordaba confiaba en ella y sentía que en esos días de fiebre y delirios ella le cuido como a un niño. Y comió la avena con pan tostado y mermelada, eso le haría recobrar fuerzas. Mientras, ella le miraba y ordenaba las palabras que la salvarían o la hundirían más.
Armando dejó de pensar un momento y comió desesperado lo de 3 días. Cuando terminó hizo a un lado los trastos y miró de frente a Sonia, ella con la mirada clavada en su pecho jugueteaba con el anillo. Se recogió el cabello que le tapaba un ojo y tomó aire.
–lamentó en verdad lo que te hice, estaba muy alterada y asustada, te dije que te quedaras en el taxi, no me hiciste caso, yo lo amaba y confiaba en él, llevaba tiempo pensando en hacerlo, si, desde que lo descubrí, ella era joven y bonita, pero no más mujer que yo, tenía que hacerlo; los celos me mataban y su traición. . . su traición…
Pasó saliva y su mirada se lleno de odio como aquella noche.
– esa ya me las pagara también- hiso una pausa para tragarse el odio.
–Después apareciste tu, no quería hacerlo, pero estabas asombrado, me mirabas y por eso quise matarte, te lleve al taxi y te golpee con fuerza, te abrí la cabeza, perdiste el conocimiento, te metí en la cajuela de tu carro pensé que estabas muerto, me asuste más. Cuando llegue a casa de mi madre vi que aún respirabas, por un momento me alegre, pero pensé en matarte varias veces; te amarre y te avente sobre el piso en el cuarto abandonado y me vine acá-
Sonia y Armando se miraron por un instante entre el silencio. Sonia bajó la mirada y mordió su labio, volvió hacia Armando y murmuro entre dientes insegura de hacerlo.
– Armando tienes que ayudarme, yo he cuidado de ti, sé que por mí estas aquí, pero de haber querido estarías muerto, tu herida se infecto y tuviste fiebre y pesadillas- tomó fuerza en su voz y endureció la mirada. –me debes la vida Armando, y te pido me ayudes-
Armando sudo frio al ver la mirada de Sonia, se sentía confundido por la historia, ya sabía de lo que era capaz y él también, tenía que ser más inteligente que ella y demostrarle que podía confiar en él. Tenía que regresar a casa o comunicarse con Paulina ella sabría qué hacer.
- ¿Y cómo puedo ayudarte? – Sonia se levantó de la cama, cogió un cigarrillo y camino por la habitación.
- Cuando regrese acá me di cuenta que el cuerpo no estaba, y había huellas de sangre por toda la casa, él estuvo caminando Armando y no sé cómo, pero se fue de aquí. Temo que esté vivo y quiera vengarse-
Armando estaba sorprendido por la noticia, después de lo que vio aquella noche no podía creer que estuviera vivo. Estaba viendo frente a él a una nueva persona, Sonia perdía su pose de fortaleza y frialdad que aparentaba. Se veía más joven y ahora sólo le inspiraba las ganas de protegerla y ayudarla.
La cabeza le dolía y seguía débil. Se bajo de la cama y aún en ropa interior camino hacia Aquella mujer, ella estaba de espaldas viendo la nada por la ventana, Armando tras ella, la seguía viendo como mujer, lentamente se acercó a ella por detrás y puso sus manos sobre sus hombros y con sus manos intento calmar el sobresalto. Sonia volteó sorprendida hacia él, pasó saliva y le miró. –no te preocupes, te voy a ayudar- y la tomo entre sus brazos desnudos.
Ahora Sonia confiaba en él, pero seguía siendo cautelosa, así que no podía descuidarse pensaba mientras acariciaba su espalda ancha. Y Armando pensaba en Paulina, la extrañaba y al mismo tiempo pensaba en la que tenía en sus brazos, sabía que alguien así no podía estar bien de la cabeza, por lo que tenía que andar con cuidado. Y disfrutaba de su aroma.
Un sonido los separó repentinamente, era teléfono en la casona que se escuchaba en todas las habitaciones. –Quien podría ser- se preguntaba Sonia intrigada. Tomó el teléfono del buró. – ¡Hola!- nadie contestó – ¡hola!- insistió quedándose al teléfono. Por fin una voz ronca y rasposa contestó. –Vas a morir- y colgó. Sonia abrió tremendos ojos asustada y dejó la bocina en la cama.
Repasaba la voz en su mente intentando identificarla, pero seguro era fingida así que sería imposible. – ¿Qué te dijeron?- dijo Armando buscando discretamente sus pertenencias. Estaba distraído pensando en cómo salir de ahí y al mismo tiempo tratando de convencer a Sonia de su repentina preocupación por ella. –nada, no dijeron nada – le ocultó para no asustarlo. – Porque no te das un baño, te buscare ropa-
Armando entró a la ducha dejando la puerta abierta, no era pudoroso. El cuarto de baño era grande y lujoso. Desde lejos Sonia le espiaba sentada en la cama, desde donde se veía a la perfección el cuerpo mojado. Él sabía que era observado, lo que alimentaba su vanidad, provocándole una delicada manera de tallarse el cuerpo, pero sobre todo una atención sobre sus genitales que frotaba por debajo de la trusa mojada.
Sonia al otro lado en la habitación no hacía más que imaginarse cosas, tenía que controlarse o perdería la cabeza de nuevo. Se levantó decidida y cerró la puerta de golpe. Haciéndole retirarse de ahí hacia la cocina. Cogió de la nevera una manzana roja y jugosa la cual devoró ansiosa y molesta.
Armando salió de la ducha y se midió la ropa que Sonia había dejado en la cama, casi perfecta para él. Pero estaba obsesionado buscando sus cosas, ahí tenía sus credenciales, algunas tarjetas de crédito, pero sobre todo le importaba su móvil. Quería mandar un texto a Paulina despistadamente. Al parecer Sonia no quería que lo hiciera al no encontrar por ningún lado sus pertenencias. Así que pensó en marcar a Paulina desde el teléfono particular, tal vez así el número quedaría registrado y sabría como encontrarlo. Tomó la bocina y marcó nervioso el número. Sin contar que tras él se encontraba Sonia mirándole.
-¿Qué intentas hacer? - grito Sonia arrebatándole la bocina de las manos.
-Espera que te crees? Necesito hablar con alguien han de estar preocupados por mí, no entiendes eso.- Armando estaba perdiendo la paciencia y Sonia también, sus miradas se cruzaron un instante y Armando temía que no confiara más en él, cambio la mirada y le dijo.
- Sonia no te preocupes, yo te voy a ayudar, pero necesito que confíes en mí, necesito me dejes ir a mi casa, así no podré ayudarte.-
-crees que soy estúpida, lo que quieres es irte con ella, y enviarme a la cárcel, pero no te lo voy a permitir- y sacó de un cajón una pistola que guardaba apuntándole directamente al pecho. Armando se dio cuenta que si estaba loca, pero que no era más astuta que él. Levantó las manos y se acercó a ella lentamente.
En ese momento se dio cuenta que no le tenía miedo y confirmó que eso que sentía bajo el ombligo era una gran atracción. Sonia leyó su mirada, Armando tomó la pistola y con ella empezó a tocarla, con las manos no se atrevía aún. La aventó sobre la cama y pasó por su vientre la pistola negra y fría. Sonia temblaba y vibraba, Armando no dejaba de mirarle, la despojo de toda prenda y beso desesperado los pechos que sobresalían y que eran tan reales como su excitación. Estaba realmente encantado con la suavidad de su piel, sus piernas largas y pantorrillas bien formadas. por fin pudo perderse entre sus manos que sabian tocarle; y sentir sus labios delicados y expertos. Decidió entregarse a esa pasión que sintió desde que la vio subir al taxi. Ambos se dejaron llevar por los impulsos y la tomó por completo.