Fragmentos de ti en el último encuentro.

martes, 29 de septiembre de 2009

Llegaste de repente no sé de donde, te bajaste del carro molesto; parecía que no entendías nada, te quedaste pensativo y esperaste unos segundos; decidiste caminar. Fue entonces que te seguí.


Te detuviste en una esquina y luego seguiste a paso veloz; te veías confuso y mejor caminaste lento, me imagine que querías pensar las cosas, que no sabrías que decir esta vez.


Al llegar a tu casa entraste sin saludar a nadie, dejaste la puerta abierta, tus padres te vieron e intentaron detenerte, pero tú los ignoraste. Yo entré tras de ti y quise calmar su expresión de angustia, pero no supe. Estabas asustado y callado, no encontrabas tu lugar, tenías calor y frio, te sentabas y te parabas. Tenía tiempo que no te miraba y tu a mí, pero te dio gusto verme, aun así no quisiste saludarme. ¿Para qué? Tal vez pensaste.


Te mire de frente, tus ojos aun brillaban como entonces, tu mirada era la misma; quisiste llorar, me di cuenta, vi como tu pecho se elevaba para tomar más aire; también vi como intentaste aguantarte y ahogar una vez más ese dolor. Suspiraste fuerte y apretaste las manos con fuerza, tu cuerpo era más rígido y tu mirada cambio de color, de negro agua a negro duro, si, dijiste, hoy soy más fuerte, pero vi como pasaste saliva para tragarte con ella unas lágrimas. Tus cejas tupidas se inclinaron mostrando tu gran error y yo, supe darme cuenta. Seguí observándote detenidamente, tú en silencio me seguías con tus pupilas bailarinas, quisiste entenderme, pero tu inocencia impedía a toda costa que vieras un poco más allá.


Otra vez vi en ti aquel chiquillo que jugaba a ser valiente, de nuevo apretaste las manos y tragaste más saliva. Alzaste la barbilla algo altanero, creyendo que podías engañarme, pero sabes que a estas alturas ya no sabes mentir, sólo a ti mismo. Cuanta más saliva tragues más grande será el nudo, te dije al oído. Apretaste los labios y dijiste, tú que sabes, vete, no te necesito. Pero esta vez no me fui, me quede ahí a tu lado y toque tu hombro, intentaste quitarlo, y yo insistí. Entonces volví a mirarte a los ojos, te tome fuerte entre mis brazos, quise conmoverte, pero tu como siempre te resistías. ¿Porqué no me dices que pasó?, insistí; ¿Qué te alejó de mí? Quise saber; yo terco no te solté y te tome con más fuerza y entonces te acercaste a mi oído y salió de tu boca la verdad, yo me quedé tieso, frio y perplejo al escucharte, me dijiste,


Yo nunca me aleje, tú me fuiste olvidando poco a poco, eres tu el que no se rinde, eres tu el que no se quiebra, te la pasas mirándome sin darte cuenta que estas frente a ti mismo; y volví a tragar saliva, pude sentir el nudo atorado en mi pecho, volví a mirar, no quería equivocarme, me acerque al espejo y limpié con cuidado las manchas, mis ojos se hicieron pequeños, y el brillo en las pupilas se hiso agua, quise detenerme pero ya no pude, toque mis labios rojos con tu dedo, era verdad. Por fin salió el llanto del niño que deje atrás, deje de tener miedo y te dije adiós con una sonrisa.

LiPsTiCk De SaNgRe parte 4

lunes, 28 de septiembre de 2009


la llamada

Paulina entró al departamento y apenas cerró la puerta azotó el cenicero contra el piso. Volaron los pedacitos de cristal cortado por toda la sala. Estaba furiosa; ya había jurado no pensar más en él, pero le era casi imposible. Había pasado un mes desde que pelearon, comenzaba a extrañarlo. Qué tenía ese hombre que la enloquecía y terminaba por ir a buscarlo, esta vez no sería la excepción. Repentinamente tomo su bolso y roció sobre su cuerpo su esencia de melón, se sacudió el cabello ondulado y tomo sus llaves. Ya era tiempo de limar asperezas.



Era impulsiva y desinhibida, algo que Armando le agradecía, él le aseguraba que las reconciliaciones eran muy excitantes y que sólo se podían dar gracias a sus arrebatos. Mientras conducía camino a casa el recordar eso reafirmó sus ganas de tomar la avenida y definitivamente buscarlo.


Estacionó su coche rojo en el mismo lugar, suspiró y miró con melancolía la zona, un barrio solitario como Armando, sin ruidos, casas modestas y de buen gusto. Eso si Armando tenía buen gusto. Paulina sonrió al aire. Esta vez se encontraba nerviosa, las manos le sudaban y la quijada le vibraba como en enero. En Ocasiones pasadas pasarían dos semanas, pero no un mes como ahora.


Ya frente a la puerta se pellizco el brazo para no salir corriendo, se acomodó la ropa y volvió a sacudir su cabello antes de tocar el timbre. Los nervios no le permitieron ver que el taxi no estaba, al tercer llamado respiró profundo y comenzó a tocar con sus llaves. Donde podría estar, no solía surtir el súper entre semana y regularmente se la pasaba encerrado en casa viendo deportes o noticias. Decidió esperar un momento en una jardinera y se puso a jugar con su cabello negro azulado. No pudo esperar y llamó a su celular sin éxito, entonces le vino una idea, ya en otras ocasiones lo había hecho y resultaba divertido; busco entre sus cosas la llave que conservaba aún del departamento y que usaba esporádicamente para sorprenderlo, si en un mes Armando no se la había pedido sería por algo.






Abrió con cuidado y entró llena de recuerdos. La casa estaba ordenada y ligeramente conservaba la loción de él combinada con el tabaco. Recorrió la habitación buscando algún indició de otra mujer, abrió el closet disfrutando de la ropa ordenada por colores, una risilla, encontró sus trusas blancas y las frotó contra su rostro, se sintió más impaciente, estaba excitada. Miró el reloj de la pared, 6:30 marcaba. Siguió revisando para distraerse, un bostezo y otro; se recostó sobre la cama, un suspiro, los parpados pesados, se resistía, más pesados, abría los ojos, más pesados, un recuerdo, más pesados, oscurecía, más pesados, todo silencio, todo silencio. Paulina brincó espantada al escuchar el “Nokia tone” que sonaba con insistencia, estaba confundida, norteada, dónde estaba, no veía nada, se golpeó la rodilla, estiraba la mano para tomar su móvil, seguía sonando, era el numero de Armando, se le cayó, no lo encontraba.


-. ¡¡Bueno!!! Armando? ¡¡ Hola!! Armando!! -. Respiraban, - ¡¡ hola!! – colgaron.


Paulina volvió a marcar, pero ya estaba apagado. 1:40am. Que pasaría? Se preguntaba inquieta. Busco en la mesita de noche alguna agenda tratando de encontrar algún numero de algún amigo, pero cual? Si no tenía. – a si, Rubén el que le vendió el taxi. – reaccionó y busco por toda la casa hasta encontrarlo. Ya no era hora de hacer llamadas, pero estaba desesperada y marcó a Rubén, además eran compañeros y él sabría donde estaba Armando.


La preocupación de Paulina aumento cuando Rubén le dijo que Armando tenía dos días sin ir a la estación, y sus intentos de comunicarse con él habían fallado también, el celular apagado, Paulina había recibido una llamada de él, pero porqué no contestó? Porqué le colgó y después apagó el celular. Esto ya le parecía demasiado extraño. Paulina preparó un té chai para no dormir esa noche, esperaría nuevamente una llamada o tal vez al amanecer entraría por la puerta y la abrasaría gustoso.

LIPSTICK DE SANGRE PARTE 3

domingo, 20 de septiembre de 2009


MIRADAS QUE MATAN

Después de haber dejado al que fue su conductor en un cuarto seguro, pensaría durante la noche como se desharía de él. Pues le seguía pareciendo muy atractivo y sabía que ella no le era indiferente; quizás podría quedarse con él.
Sonia se encontraba boca arriba y desnuda, observando el techo blanco de su casa vieja en la ciudad, la que no le agradaba mucho, en ella conservaba sus muebles viejos que le había dejado su madre de la cual no podía desprenderse. Muebles de madera carcomidos por la polilla y que crujían de noche reclamándole por sus berrinches de querer ser mujer y recordándole quien era en verdad.
Sus vecinas siempre la miraban con repulsión o quizás envidia pues en verdad era más atractiva que muchas de ellas.
Esa noche perdió por completo los estribos y se encontraba del otro lado, su libido había tocado lo más profundo e intenso de su ser. Ya no podía retroceder ni cambiar su presente, lo que hiso era solo el principio. Un cigarrillo y otro, y otro. Aún se mordía las uñas de gel, hacía tiempo que no lo hacía. Desde niño su hermana mayor le ponía ajo en los dedos para que no anduviera de goloso. Siempre andaba con algo en la boca y no lo entendió hasta que tiempo después su psicólogo le dijo que en su etapa oral le falto mamar pecho. Tampoco entendía como su madre prefería ver la tele a darle su leche, por eso cuando ocasionalmente lo hacía, este le mordía los pechos, Sonia se rio en secreto.
Por fin le llego el sueño, pero el sol estaba a un par de horas de asomarse, era hora de regresar a la casona a limpiarla y desaparecer el cuerpo. El agua estaba fría justo lo que necesitaba para despertar, mientras se duchaba recordaba como su cuerpo se estremecía al lado del que fue su hombre, - ¿porqué la engaño? – se preguntaba al mismo tiempo que oprimía con fuerza el jabón azul ya desgastado. Se arreglo como de costumbre todo tenía que parecer normal. Eligió sus botas negras con unos jeans mezclilla y un sweater rojo. Sería una mañana fresca y nublada.
Al regresar Sonia a la casona aun estaba oscuro, se detuvo, y antes de abrir la puerta se imagino que tal vez las sabanas ya estarían secas y que conservarían el rojo cereza, en cambio el cuerpo ya habría perdido su color rosado, el brillo en sus ojos y lo suave del cabello; y acariciaría por última vez el cuerpo frio. Quizás no estaría del todo descompuesto pues el proceso es más lento cuando este muere desangrado.
Repentinamente Sonia pelo los ojos y la sangre bajo hasta sus botas; descubrió que el cadáver no estaba; las sabanas si estaban secas y pintadas de rojo, pero la cama estaba vacía. Se acercó a la cama busco bajo la tarima, al otro lado, en el closet. – ¡¡Dónde está el cuerpo!! Gritaba por toda la habitación, estaba asustada. Alguien la pudo haber seguido y entró enseguida de que salió con Armando y recogió el cadáver, pero para que lo querrían. Pero le aterraba aún más pensar que no había muerto.- no, ¡¡es imposible!! - se decía tratando de calmarse, el sol hacía presencia e iluminaba la casona ligeramente.
Bajó las escaleras y buscó por toda la casa, cada rincón sin esperanza y confirmando sus sospechas puso atención en el piso, - ¡¡ huellas!! – grito asombrada y temblando. Saco sus cigarrillos para calmarse y pensar un poco. Había huellas de sangre de pies desnudos del nueve en partes de la casa. Por un momento se alegro por la vida del que le daba placer y lujos, pero era un hombre de carácter y vengativo. Eso sí que le aterraba. Buscó dinero y salió apurada de la casa.
Armando seguía vivo, recuperaba la consciencia pausadamente; su mente giraba al mismo tiempo que sus sentidos descompuestos, la sangre, el perfume, la voz, un golpe, el dolor y todas aquellas imágenes se estampaban de nuevo en sus ojos como pájaros ciegos. Se encontraba en alguna parte, pero en donde. Su cuerpo entumecido por la cinta gris le pedía respuestas aún no configuraba sus ideas. En donde podía estar? Qué le había sucedido?. Quien lo tenía preso aún lo quería vivo. Intento moverse pero estaba totalmente inmóvil y cansado.
La puerta se abrió de un golpe derribando un marco de la pared. Era Sonia, Armando conocía ese aroma. Ella parada en la puerta pensando que hacer con él. Al verlo ahí tumbado en el piso no pudo resistirse salió.
Regresó y se arrodillo a su lado, le tomó de la cabeza con cuidado colocándola sobre sus rodillas y quitó la cinta de su boca. Sus miradas se encontraron de nuevo, aunque eran otras las circunstancias se miraban de la misma manera. Los labios de Armando estaban secos y adoloridos, pero Sonia no tardo en humedecerlos con su índice, eran gruesos y rojizos. Le dio agua y le pidió disculpas con la mirada. Armando estaba aún más confundido, pero ya no tenía miedo.

LIPSTICK DE SANGRE PARTE 2

jueves, 10 de septiembre de 2009










Sonia subió las escaleras despacio pensando que podría ser un poco tarde, su hombre pronto se iría al salir el sol y no regresaría en meses así que era su última oportunidad para acabar con ese, con quien compartió orgasmo tras orgasmo, eso sí era un buen amante y le pesaba no encontrar a uno que le sustituyera. Sonia estaba decidida no hay peor humillación que cambiar el amor por una mujer de 25 años. El despecho estaba a flor de piel así que tenía que aprovechar, era el momento.

Entró a la recamara, ahí estaba él, desnudo y medio dormido entre las sábanas blancas y revueltas boca abajo, con su espalda ancha aún con rasguños de la última noche que se amaron. Sonia miraba por última vez su cuerpo perfecto y decidió hacerle el amor una vez más, sacó de su bolso un lipsitck rojo cereza para retocarse los labios, aventó los tacones y se levantó el vestido entallado; se dejó caer sobre su cuerpo para llenar su espalda de besos, así cuando la sangre brotara de su pecho combinara en las sabanas con el rojo cereza. Lamio su oreja mientras tocaba sus nalgas y entonces le hizo lo que nunca se atrevió, era una ocasión especial y se lo merecía. El otro entre sueños intento voltearse pero estaba cansado y se quedó quieto, Se quejaba pues Sonia era grande y entraba y salía y su hombre se quejaba y entraba y salía, el sudor, el éxtasis y al natural, un grito, mas sudor, la daga y entraba y salía y broto el color rojo y el rojo cereza las sabanas dejaron de ser blancas. Sonia había terminado.

Armando esperaba impaciente, su cajetilla había terminado y su paciencia también. Así que cerró el coche y se adelanto hacia la casona, al llegar a la puerta tocó nerviosamente con un anillo de plata que tiempo atrás se había encontrado en el asiento trasero de su taxi. Al no obtener respuesta entro secretamente en penumbras y sorprendido de que aún no se haya encendido ninguna luz, al poco rato sus pupilas se habías adaptado y pudo percibir muy a lo lejos una luz tenue que venía de la alcoba del segundo piso. Su corazón le brincaba ese aroma que bajaba por las escaleras sin duda era de Sonia. Pero donde estaba ella, porque tardaba tanto. se arrepintió de haber entrado, tal vez su esposo estaba ahí y se pondría celoso, que le diría, como justificaría el estar dentro y como se lo había indicado Sonia. De cualquier forma ya estaba dentro y muy cerca de su recamara, su respiración seguía alterada, eran sus labios, su perfume, los senos que recordaba, su mirada altiva y seductora, la manera de apretar el cigarro y ahora la incertidumbre, dijo no tardaba y ya llevaba más de 20 minutos, estaba preocupado y además no le había pagado.


Sonia escucho pasos; seria Armando? Se olvido de él por completo. Perdió la razón y seguía aun alterada, le había dejado muy claro que la esperara en el taxi. Armando entró y la vio ahí parada entre sombras; descalza y el vestido chueco, vio las sabanas, el cuerpo, el rojo cereza y la daga cubierta de sangre aún empuñada en la mano de Sonia; la expresión de Sonia casi pálida con el lipstick por toda su cara y Armando no se explicaba quiso retroceder; la miraba con atención un bulto extraño que sobresalía de entre sus piernas de la que fue su fantasía. Ella o él se adelantó a Armando y le tomó del cuello con fuerza haciéndole perder la respiración, este recargado en la pared moría de confusión y asfixia.
- Te dije que me esperaras en el taxi, me has complicado todo tendré que matarte. No dejaba de gritarle y amenazarle con la daga llena de sangre y le golpeo con la rodilla hasta que cayó inconsciente.
Cuando despertó se vio amarrado y amordazado con cinta gris totalmente inmovilizado dentro de la cajuela del taxi. Casi no podía ver y pensó que no viviría.


LiPsTiCk De SaNgRe PARTE 1

miércoles, 9 de septiembre de 2009


PARTE 1
Eran las 11:11 eso marcaba el estéreo, entre tanto la lluvia se hacía notar después de un par de meses de ausencia, ya empezaba a evaporarse el sudor de días de ajetreo en la ciudad y el calor era más pronunciado. Entre los truenos y la mala sintonía de la radio Armando espera inquieto dentro del coche cerró la puerta y prendió el clima para ahuyentar el vapor. Los vidrios se habían empañado y no podía distinguir el exterior, de pronto entre el agua y el ruido una mano golpeaba con fuerza el cristal delantero, espantado Armando intentó distinguir el rostro y antes de bajar el cristal limpió con su puño su ventana para cruzar alguna mirada con tan insistente persona. – Ábrame. Gritaba una voz desde afuera. Armando inseguro bajo un poco el cristal y pregunto
- qué sucede amigo? Cuál es la prisa?
- no ve que me estoy mojando. Contesto una mujer escondida bajo una gabardina negra. Armando apenado por la confusión quitó el seguro y dejo entrar a tan extraña mujer, era alta, grande y apenas se incorporo al asiento se quito la capucha que cubría su cabeza y todo ese hermoso rostro, tenía las facciones más perfectas que jamás haya visto tan asombrado conductor, aún conservaba el maquillaje y un aroma discreto emanaba invadiendo el coche, sus ojos perdidos de repente hicieron que Armando se concentrara en los enormes pechos que se asomaban tras la gabardina. La mujer sintió la mirada y casi perdida saco de su bolso un post-it con una dirección, la lluvia disminuía de apoco, pero no los truenos, la mujer parecía inmune al estruendo que estos ejercían sobre Armando.
- Un hobre así  se asusta con eso?- dijo la mujer con la mirada fija al frente, a la nada.
- Que, las mujeres como  usted no? Contesto el asustadizo Armando, y tomo el papelito de una mano fría. Encendió la luz para ver la dirección, la mujer seguía perdida en su mente, pero enseguida respiro hondo y miro a su conductor.
-necesito que me lleve a ese lugar- Armando encendió el coche y apago el estéreo que no terminaba de sintonizar. 11:11 y se apago.

El destino de tan extraña mujer se encontraba fuera de la ciudad ya estaban por llegar cuando por fin el silencio fue interrumpido.
- Me llamo Sonia. Y sacó de su bolso un cigarrillo
- Puedo?
Pregunto al conductor. Armando asintió con la cabeza, era un hombre extraño, poco amistaba con la gente y era de pocas palabras, pero eso si cuando una mujer le gustaba se valía de su mirada para seducirlas. Pero hasta ahora Armando no sabía si Sonia le atraía o le asustaba, su presencia era imponente y su belleza inquietante, pero había algo en su mirada que ponía una barrera entre esa seducción de Armando que sabía penetrar en cualquier otra mujer. Armando estudiaba las bocanadas de humo de Sonia y se percato que él no le era indiferente, pues esa manera de sostener el cigarrillo con los labios húmedos era de esas señales que él conocía a la perfección.
- Pero no me ha dicho usted su nombre, así es de callado? Otra bocanada.
- Armando.
Contestó sujetando el volante con una mano y mirando de reojo a Sonia que no dejaba de estudiarle también. A pesar del silencio había una comunicación entre ellos, una conexión extraña. Pronto llegarían a la dirección y el recorrido y su compañía terminaría en un instante. Sonia se veía nerviosa y su móvil sonaba entre las cosas de su bolso, pero solo lo tomó para ver el número y enseguida lo volvió a guardar. Justo pasando una pila de árboles allí estaba una casa grande rodeada de pinos y arbustos. Lo más cerca una gasolinera.
- Pues hemos llegado Sonia. Dijo Armando sin dejar de mirarla.
- Espéreme aquí no tardare, necesito me lleve a otro lugar.

Sonia bajo del coche decidida y siguió un camino de piedras, cuando llego a la puerta saco su llave y entro en la casa a oscuras. Armando espero en el coche, intentó poner música de nuevo sin éxito.
Sacó un cigarrillo para esperarla.
La mujer entró a la casa a oscuras quiso encender la luz pero el interruptor no funcionó, pero ella era valiente, se quitó los tacones negros para no hacer ruido al fin conocía las sombras de cada detalle de su casa, ella lo había decorado todo, tenía su personalidad impregnada en los muebles, los cuadros y hasta en los peces que nadaban tranquilos esa noche.